martes, 5 de febrero de 2013

Spring is comming

Mi vagina y mis hormonas se han enamorado de un jordano que pasea de vez en cuando por el bar, gritándole a la pantalla cuando juega el Barça y sonriéndome con cara de vicioso tímido cuando me pide un botellín de Heineken. Es muy árabe. Muy moreno, siempre con barba de tres días y ojos de descendiente de viajeros del desierto. Mi corazón sigue estando en su sitio, tranquilo y feliz como siempre, sin ninguna necesidad ajena a pasar un día de calidad a la semana mirando al ya seleccionado con cara de "es imposible que nadie me haga tan feliz como tú". Pero me pregunto cómo debe ser que te menten a Alá en la cama, como un "oh, my god" de película porno medio-oriental.

miércoles, 10 de marzo de 2010

El jardín de las delicias




No he visto obra más explícita dedicada a los placeres carnales.
Es un tríptico, pero esta es la parte central y que a mí más me gusta. Si pincháis en ella la veréis al completo, que aquí sale un poco recortada.

domingo, 24 de enero de 2010

Las ganas

Paula. 22 años. Estudia en la universidad una carrera que realmente no le interesa pero con la que sabe que podrá mantenerse. Ese no es el problema, no vamos por ahí. Le gusta tocar el bajo y le gustaría tocarle algo así a un chaval de su quinta con el que coincidió hace poco y con el que seguramente no volverá a cruzarse.
Pues esta chica, un día se levantó y se dio cuenta de que se le habían caído los ojos. Los buscó a tientas por las sábanas, palpó bajo la cama, abrió los cajones de la mesita y tocó dentro, a ver si los había metido sin darse cuenta la noche antes. Pero no estaban. Salió al pasillo, no sin antes chocar contra el marco de la puerta.
-¡Ma! ¡Maaaaa!
Mamá acababa de salir del cuarto de baño y miró las cuencas de su hija.
-Nena, ¿qué has hecho? Ponte los ojos y deja de hacer el tonto, anda.
-Que no los encuentro, ma.
-¿Cómo que no los encuentras?
-Pues que no los encuentro, ma. Además, es que no los puedo buscar sin ellos.
-¡Esta niña siempre con lo mismo!- Mamá se metió en la habitación de su hija y sacudió las sábanas. Miró en la mesita. Buscó bajo la cama. Abrió el armario y lo revolvió todo, encontrando un par de cosas que preferiría no haber visto. Pero no los ojos de su hija.
-En el armario no están- dijo Paula, demasiado tarde-. Ahí he buscado muy bien. Vamos, que ahí no están.
-¡A ver qué vas a hacer ahora sin los ojos, nena! Si es que no tienes cuidado con nada. ¿Cómo te la has apañado para perder los dos a la vez?
-No sé, ma. Siempre han estado ahí. No me los suelo quitar para dormir.
-Si es queeeee… Desayuna ya, que es muy tarde, y después vemos lo que hacemos. Yo me voy a por el pan, vuelvo enseguida.
Esto se traducía en que ella misma se tenía que preparar el desayuno. Se le quemaron las tostadas y los dedos de la mano derecha. Dos veces. Los dedos, no las tostadas. No encontró la leche en el frigorífico, porque su hermano la había cambiado de sitio. Se echó aceite de girasol en vez de oliva en la única tostada que no amargaba.
-Jo…- nunca se había parado a pensar lo útiles que eran sus ojos -Nunca me había parado a pensar lo útiles que eran mis ojos.
Es que querían otra cosa. Lo habían visto, y querían quedarse con él. Salieron por la noche, les costó abrirse camino a través de los párpados, pero no fue nada comparado con el hecho de rebotar y rodar con su fina piel sobre el suelo de alquitrán de la calle. Fue doloroso. Tardaron demasiado, pero llegaron. Y si el camino hubiese sido el doble, lo habrían hecho también.
Llegaron a su casa, y entraron en su habitación. Él dormía destapado, hacía calor. No llevaba camiseta, sólo algo que no supo distinguir si eran unos pantalones cortos o unos calzoncillos largos. Ya era de día, pero él no se había despertado. Estaba tumbado boca abajo, la espalda desnuda. La espalda tersa y morena y caliente que se había imaginado mil veces y que la habían hecho acabar con las manos mojadas.

Paula, sentada delante de la tele que sólo oía, sintió un hormigueo curioso en el estómago.

Los ojos siguieron mirando. ¿Qué otra cosa podían hacer? Mirarlo y admirarlo y sentir de vez en cuando el dolor de la esclerótica, que ya no era tan blanca. Pero le daba igual.

Paula se sintió algo incómoda. Se rascó las cuencas.

Ellos seguían mirando. El chaval se dio la vuelta. Lo miraban y lo volvían a mirar. Los ojos de él cerrados, la boca entreabierta, respirando con tranquilidad, haciendo que el pecho subiera y bajara suavemente. El cuello era suave en algunas zonas, y rasposo en otras, donde crecía la barba de tres días. Los brazos eran fibrosos, no se podía decir que musculados, pero se adivinaban unos abdominales que se hubieran marcado más si al chiquillo en cuestión le hubiese dado por darle más tralla a la tabla de skate que últimamente tenía medio abandonada porque pasaba todo su tiempo libre viendo películas y rascándose los huevos. Las piernas eran fuertes, eso se notaba de lejos. Las manos, de dedos largos y bien dibujados. Y hábiles, aunque los ojos no lo supieran.

Paula notó un escalofrío paseándose a toda velocidad por su espalda.

Los ojos saltaron a la cama, se posaron justo en la cinturilla del pantalón, o de lo que fuera eso. El bulto de buenos días que se adivinaba bajo la tela fue el obstáculo más delicioso de toda la carrera ocular. Lo miraron a la cara. Los ojos cerrados, la boca entreabierta, pidiendo un beso de miel y de brasas.

Paula fue corriendo al baño. Chocándose con todo.

Los ojos querían más. Querían manos para tocarlo. Y una nariz con la que poder respirar su olor hasta que se le encharcaran los pulmones de feromonas. Y una cintura para que se la acariciara. Y una boca para besarlo, y para morderlo. Y unas piernas, para poder cerrarlas en torno a sus caderas y no dejar que se fuera hasta que se dejara todas las articulaciones haciéndola gritar.

Paula, en el baño de su casa, y en la soledad de la ausencia de madre y de ojos, ahogó un gemido.

Los ojos se inclinaron hacia atrás. Si hubiesen tenido párpados, se habrían puesto en blanco.
Maldijeron el momento en que salieron de su portadora y se dieron cuenta de que nunca se habían parado a pensar lo útil que es tener una Paula que te lleve a los sitios y te deje trabajar en armonía con todo su cuerpo.
El chaval se despierta.
-¡Hostia! ¿¿¿Esto qué es???

jueves, 21 de enero de 2010

Estrenando sexualidad

Pensando en esa persona, a solas, en el baño de un aeropuerto...

Ufff.....

sábado, 2 de enero de 2010

Tápame los ojos con un pañuelo, y empieza a desnudarme lentamente. Haz que mis sentidos se pongan a flor de piel y haz conmigo lo que quieras.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Sexo para dummies...

... sin desperdicio.

http://www.youkioske.com/story.php?title=sexo-para-dummies-

viernes, 6 de noviembre de 2009

Extremo

"Soy extremo en todos mis comportamientos, excepto en el sexual: soy bisexual"